Mi boca recorre despacio cada vértebra de tu espalda.
Hay un poco de eternidad en ellas
cuando dejo la humedad de mi lengua
en cada uno de esos pequeños huecos de tu anatomía.
No hay tiempo de reloj que marque la noche.
Parto en un viaje,
navego por un océano de emociones.
Siento tu piel tibia estremecerse.
Escucho creciendo tus gemidos.
Ante mí, ciego de deseo,
vuelve a abrirse una senda amante
donde todo está por escribir para los dos.
f.
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