Cada vez que me pronuncias arde una nube.
Un deshilachado río de lluvia
se precipita en rojo carmesí hacia tu cuerpo,
y te agobia en el sendero del deseo insatisfecho.
Cada vez que te nombro se quiebra el aire
y un océano de azules olvidos
me trae cien mil veces tu nombre,
que aúlla sobre mi piel interminable.
F.
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