Yo recorro tu cuerpo como un eco profundo,
un hacer de ciegos
que tiene la sed de ti envolviendo su deseo.
Soy el aguacero que deja la calma
tras su paso violento.
El silencio armado de luz y de palabra
que llega a ti y se hace viento altano y marea.
Y me alzo a menudo nombrándote,
sencillo alfarero,
que en tu tierra fértil,
húmeda, caliente,
eleva un salmo
y trae con sus manos y su boca
el milagro de florecer
en pleno invierno,
dejando en tu piel
amapolas a mi paso.
F.
No hay comentarios:
Publicar un comentario