sobre la herrumbre oscura de los barcos mercantes.
He visto zarpar la noche en la proa del mar.
Un viento altano, húmedo de invierno,
traía el fragor estremecido de tu boca,
el cálido jugueteo de tu lengua en mis labios,
el frío de tus manos pequeñas
buscando por dentro de mi pantalón,
frotando tus pezones en mi pecho,
rozándote conmigo sin temor,
mientras el tiempo detenido
sobre tu cuerpo
apenas era un presagio
de lo que nunca sabemos traerá el mañana.
F.
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