Prendida a tu respiración dejo el haz de las sílabas, flores silvestres del campo para que al olerlas sientas caer el aguacero sobre tu piel desnuda.
Casi sin esperarlo, en el mar de tu espalda, perseguiré las olas, el crepitar del fuego, la umbría de tu deseo entre los
lunares que te habitan.
F.
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