Quiébrame así,
despacio,
entre los dedos morados,
los pétalos tendidos en la holgada tierra,
las horas azules que se desprenden de los árboles.
Tenme como un nombre prohibido entre los labios,
sílabas mías del acanto,
templo erigido junto a la fortuna.
Sáciame en la Arcadia,
en el largo trecho de tus muslos,
donde la somnolencia de la sombra pierde el pulso,
donde la humedad del muro se despliega en las rosas.
f.
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