Qué hacer cuando te nombro
y tus sílabas suenan a pájaro,
a distancia que recorre el viento,
a ese fragor de pavesas que nos queman
y dejan huellas, pasos,
encimada saliva del uno con el otro.
Y somos el incendio
que en un bosque quemado sigue ardiendo,
porque lentamente, sin saberlo,
el fuego, consume las raíces.
Qué hacer cuando me asolas,
y una lágrima tuya arrasa mis palabras,
deja para mí la luz prendida a una vela
en el largo horizonte que es tu cuerpo.
Ahora tengo tu otoño
y no crecen más amapolas que tu risa,
aunque sea temprano y este oscuro
por culpa de una lluvia que no cesa.
f.
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