Vamos a desgranar
este instinto nuestro de morirnos
el uno frente al otro,
cuando la noche es abierta
entre dos cuerpos
que murmuran un nombre.
Deshago los nudos
y sin embargo sigo atado a ti,
una cadena, una branza que amarra,
que trae la humedad del bosque
y la espera de los muelles,
la cadencia exacta de las mareas,
y me otorga la ebriedad
al saberme derramado en tu boca,
cuando el mundo calla
y solo somos dos sombras ardiendo.
f.
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