No tendremos piedad, nunca la hemos tenido cuando nos golpea este viento fecundo y húmedo con todas las verdades que nuestro cuerpo reclama. Sabemos hincar nuestros dientes, sentir su jugo caliente, dulce en este instante único, de esta fruta madura que se abre sin remordimientos a nuestro deseo. Ahora cierro los ojos y mi boca se llena de ese mar espeso y de su aliento...
f.
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