Algo de esa luz arde en tu mirada.
Es de noche pero tú sigues siendo una ventana abierta al mar.
Quiébrame como a un junco seco,
aunque tenga en mi corazón
gotas del mercurio que te nombran.
Urdido el temple entre tus dedos fríos,
que tibia es tu boca cuando irrumpes
prendiendo un fuego húmedo en mitad del bosque.
No tengo el buril que me condena
soy de arcilla que tu cuerpo moldea a golpes de cadera,
ciego timón que me lleva tan lejos como tu horizonte quiere.
f.
No hay comentarios:
Publicar un comentario