Queda el fulgor de tu piel sobre la noche.
En mis manos la tibia llamarada de tu cuerpo.
La línea que marca mi boca
recorriendo una a una
cada vértebra
que forma tu anatomía.
Algo de eternidad dejan mis labios,
un instante en que sientes
en tu espalda un relámpago:
el goce de lo inacabado.
F.
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